jueves, 19 de mayo de 2016

El niño apático

El niño apático es el que no está conectado, porque no le fue ofrecida esa conexión.

En qué consiste la estimulación temprana

La Estimulación Temprana consiste en proporcionarle al niño amor, compañía, juegos, conversación, actividades, música, paseos, durante todas las horas que esté despierto.

Porqué la estimulación es más efectiva que el aprendizaje posterior: porque el niño en la cuna no tiene otro foco de atracción o de interés.


La Estimulación Temprana

La estimulación temprana consiste en proporcionar estímulos al niño a través de los sentidos antes de alcanzar una madurez neurológica, para lograr un máximo desarrollo de sus potencialidades.
La estimulación hace que las neuronas establezcan conexiones sinápticas entre sí, que son reforzadas cada vez que las pone en funcionamiento. Así, van aumentando el número de circuitos, de interconexiones, y se va constituyendo toda una red que permite un mejor desarrollo cerebral. 
El desarrollo cerebral está ligado a la estimulación y uso que se le ofrezca. Por lo que a mayor estimulación, mejor desarrollo y por lo tanto aumentamos las potencialidades. Este potencial cerebral debe activarse para que sea funcional y alcanzar un óptimo desarrollo.
La propuesta de trabajo que desarrolla Glenn Doman resalta la necesidad de estimular seis capacidades o inteligencias en el niño: visual, auditiva, táctil, móvil, lingüística y manual. Su método se basa en el desarrollo de cuatro programas: programa enciclopédico (bits de inteligencia), programa de lectura, programa de matemáticas y el programa de excelencia física.
El cerebro se desarrolla con el uso, es uno de los fundamentos en los que se basa el método. Todas las vías sensoriales son las puertas para la construcción del conocimiento y a través de estas oímos, sentimos, vemos, degustamos y olemos. Esta información estructurada en patrones perceptivos permite interpretar, analizar y actuar en el medio de forma más equilibrada, precisa y funcional.
Educar la capacidad sensitiva, perceptiva y representativa será fundamental en el proceso de maduración cerebral. Cuantos más mensajes pasen a través de las vías auditivas, visual, táctil, gustativa y olfativa más se desarrollarán estas vías y su funcionamiento será más óptimo; por el contrario cuántos menos mensajes procese el cerebro a través de las vías sensoriales con mayor lentitud se desarrollarán y funcionará con menos eficiencia.

Los órganos de los sentidos

Al nacer, los órganos de los sentidos, aún inmaduros, recibirán los impulsos de luz, sonido, sensaciones propioceptivas, de olor y gusto permitiendo su desarrollo y madurez. El cerebro contiene más de 10.000 millones de neuronas capaces de funcionar. A su vez cada una de estas neuronas tiene cientos e incluso miles de interconexiones con otras neuronas. La estimulación facilitará estas interconexiones lo que garantiza un mejor desarrollo y funcionamiento cerebral.



¿Por qué se aconseja la estimulación temprana?

  • Para optimizar el desarrollo intelectual de los niños.
  • Para facilitar las conexiones neuronales.
  • Para corregir y/o prevenir trastornos y problemas de aprendizaje.
  • Para aprovechar la mayor capacidad que tienen los niños de aprender a edades tempranas.
  • Para facilitarles aprendizajes futuros ya que estamos estimulando las vías sensoriales que más se usan: la visual y la auditiva.
  • Porque leer bien en los primeros años de escolarización condiciona de manera importante el fracaso en la Escuela y en la Vida. Además creemos que si la lectura es importante en la escuela es porque lo es fuera de ella, y no al revés. No conviene olvidar esto.
  • Para ofrecer información al niño, para aumentar su sabiduría, favorecer el crecimiento cerebral y su maduración neurológica, aumentar sus posibilidades intelectuales así como estimular su curiosidad en una edad en la que el mayor deseo es aprender.
  • Porque el proceso de aprendizaje en los primeros años se origina a una velocidad increíble. Un niño pequeño tiene un ardiente e ilimitado deseo de aprender.
  • Porque el cerebro de un niño pequeño puede almacenar cualquier dato simple (bit de inteligencia) que llegue a través de los sentidos (una nota musical cantada o tocada por un instrumento, una palabra oral o escrita, una sensación táctil producida por la forma, textura o peso de un objeto, una simple información olfativa o gustativa, la representación gráfica de una persona, animal, flor, monumento...)
  • Los niños pequeños pueden aprender a leer palabras y párrafos exactamente igual que aprenden a entender las palabras habladas, las frases y los párrafos. Un mensaje hablado es enviado al área auditiva del cerebro, que descodifica y comprende el significado. De la misma manera, cuando el ojo capta una palabra o mensaje escrito, este mensaje es enviado al área visual del cerebro donde se descodifica y se comprende como lectura. Es un instrumento mágico el cerebro. Funciona igual en lo auditivo que en lo visual.
  • Porque es infinitamente más sencillo enseñar a leer a un niño a los tres años (o incluso antes) de lo que será a cualquier otra edad posterior.

Cualquier niño es más curioso que el mejor de los científicos

NUNCA HA EXISTIDO, en la historia de la humanidad, un científico que haya sido la mitad de curioso que cualquier niño que tenga una edad entre 18 meses y 4 o 5 años, pero hemos confundido esta extraordinaria curiosidad por todo con una falta de habilidad para concentrarse. Hemos observado a nuestros niños cuidadosamente, pero no siempre hemos comprendido lo que significan sus acciones.
Un niño comienza a aprender justo después de nacer. Para cuando tiene seis años y empieza el aprendizaje de la lectura, ya ha absorbido una ingente cantidad de información, quizá más de la que aprenderá el resto de su vida. Con seis años ha aprendido la información básica sobre sí mismo y su familia, sus vecinos y sus relaciones con ellos, su mundo y su relación con él, y un sinfín más de hechos que son literalmente incontables. Y lo más significativo, habrá aprendido un idioma completo y a veces dos, tres o incluso más. El proceso de aprendizaje en los primeros años se origina a una velocidad increíble. Un niño pequeño tiene un ardiente e ilimitado deseo por aprender.
Si observamos atentamente a un niño pequeño. En primer lugar, vuelve loco a todo el mundo. ¿Por qué?. Porque su curiosidad no descansa. No le puedes disuadir, disciplinar o confinar su deseo por aprender, aunque te lo propongas, y verdaderamente lo hemos intentado.
Quiere aprender cosas acerca de la lámpara, la taza de café, el enchufe y el periódico y todo lo que hay en la habitación, lo que significa que golpeará la lámpara, tirará la taza de café, pondrá sus dedos en el enchufe y romperá el periódico. Está aprendiendo constantemente y, lógicamente, no podemos soportarlo. Hemos decidido que es hiperactivo o incapaz de prestar atención, cuando lo que realmente sucede es que presta atención a todo. Está pendiente de todo con los cinco sentidos para aprender sobre el mundo que lo rodea. Ve, oye, siente, huele y saborea. No hay otra forma de aprender que a través de estas cinco rutas hacia el cerebro, y el niño las usa todas. Si utilizando su ruta visual ofrecemos al niño la posibilidad de visualizar palabras, eso sí, de gran tamaño, estará aprendiendo a leer, y con muy pocas repeticiones (entre 10 y 15) reconocerá cada palabra aprendida, de la misma forma que cuando escucha una palabra la reproduce oralmente.
Los estímulos visuales son mucho más fácilmente retenidos pues son estables, pueden ser siempre de la misma calidad, se repiten de manera idéntica todas la veces que quieras y la vía visual no pierde la capacidad de procesarlos fielmente durante todos los años de escolaridad. En cambio los estímulos auditivos, como las palabras, son etéreos -la vibración se pierde en segundos, se mezclan con otros sonidos ambientales, son diferentes dependiendo de la persona que procedan, y a medida de que los niños se alejan de la infancia la percepción codificación y descodificación de nuevos fonemas disminuye.
Aprender a leer es tan fácil como aprender a hablar.
El cerebro humano es singular, y se puede decir de él que es el único contenedor que es capaz de recoger más cuanto más le echas.
En los cuatro o cinco primeros años la habilidad para absorber información es inigualable y el deseo de hacerlo es mayor de lo que jamás será después. Aprender también es el juego más fabuloso de la vida, y el más divertido.
Hemos asumido que los niños odian aprender básicamente porque a la mayoría de ellos no les ha gustado el colegio, o incluso lo han despreciado. Hemos confundido el colegio con aprender. El proceso de aprendizaje debería ser prioritariamente divertido, ya que es el más fabuloso juego de la vida.
Los ojos ven pero no comprenden lo que ven, y los oídos oyen pero no comprenden lo que oyen. Sólo el cerebro comprende.
Cuando el oído capta, o recoge, una palabra o mensaje hablado, este mensaje auditivo se rompe en una serie de impulsos electroquímicos que son enviados al área auditiva del cerebro, que los descodifica y comprende en lo que se refiere al significado que la palabra intentaba transmitir.
De la misma manera, cuando el ojo capta una palabra o mensaje escrito, este mensaje visual se rompe en una serie de impulsos electroquímicos que son enviados al área visual del cerebro donde se descodifican y se comprenden como lectura. Es un instrumento mágico el cerebro.
Tanto la vía visual como la auditiva viajan a través del cerebro donde ambos mensajes se interpretan por el mismo proceso cerebral.
Sólo hay seis funciones neurológicas que son exclusivas en el hombre. Estas habilidades exclusivamente humanas están presentes y en funcionamiento alrededor de los primeros ocho años. Vale la pena conocerlas:
1. Sólo el hombre es capaz de caminar completamente erguido.
2. Sólo el hombre habla en lenguaje abstracto, simbólico y figurativo.
3. Sólo el hombre es capaz de combinar su capacidad manual única con las habilidades motoras para escribir su lenguaje.
Estas tres primeras habilidades son de naturaleza motora (expresivas) y están basadas en las tres restantes, que son de naturaleza sensorial (receptivas).
4. Sólo el hombre comprende el lenguaje abstracto, simbólico y figurativo que oye.
5. Sólo el hombre sabe identificar un objeto únicamente a través del tacto.
6. Sólo el hombre ve de una manera que lo capacita para leer el lenguaje abstracto cuando está en forma escrita.
Un niño de ocho años es capaz de realizar todas estas funciones, ya que camina, habla, escribe, lee, comprende el lenguaje oral e identifica objetos a través del tacto.

Los primeros ocho años de vida

La vida futura del hombre depende de seis funciones que se desarrollan durante los primeros 8 años. Estas las diferentes fases que existen durante ese periodo de modelado en la vida:
El periodo desde el nacimiento hasta un año.
En este período es cierto que nos preocupamos porque esté limpio, calentito y bien alimentado, pero también es verdad que restringimos seriamente su crecimiento neurológico. El bebé debería tener oportunidades casi ilimitadas de movimiento para la exploración física y la experimentación. Nuestra cultura y sociedad actual normalmente se lo niega. Lo que el niño sea de adulto, en términos de habilidad física y neurológica, está determinado con mayor fuerza durante este periodo más que en cualquier otro.
El periodo de uno a cinco años.
Durante este periodo de la vida lo amamos, nos aseguramos que no se lastime, lo colmamos de juguetes y lo llevamos a la guardería y/o al colegio. Y, de forma inconsciente, lo hacemos muy bien para impedir el aprendizaje. Lo que debería suceder durante estos años decisivos es que satisficiéramos su tremenda sed de materia prima de la que él quiere beber de todas las formas posibles, pero especialmente en lo que se refiere al lenguaje, tanto si es hablado, oído, escrito o leído.
Es en este periodo de la vida cuando el niño debería aprender a leer, abriendo así para él la puerta del preciado tesoro de todo lo que el hombre ha escrito a lo largo de la historia, la totalidad del conocimiento humano.
Es durante estos años -que no volverán- de insaciable curiosidad, cuando se estampa el sello intelectual del niño. Aquello que el niño pueda ser, los intereses que tendrá, cuáles serán sus capacidades, quedará determinado en estos años. Aprender durante este periodo de la vida es de obligada necesidad, y si lo impedimos, estamos yendo contra la naturaleza. Es una necesidad para la supervivencia.
La supervivencia en el mundo de las personas depende de la habilidad para comunicarse, y el lenguaje es la herramienta de comunicación.
La necesidad de aprender durante este periodo de la vida es, para el niño, una necesidad vital. ¿No es maravilloso que la sabia Naturaleza haya hecho que al niño le encante aprender?.
Este es, pues, el periodo en la vida en el que el cerebro del niño es una puerta abierta a toda la información sin hacer un esfuerzo consciente de ningún tipo. Este es el periodo de la vida en el que puede aprender a leer de forma sencilla y natural. Se le debería ofrecer la oportunidad de hacerlo.
El periodo de cinco a ocho.
Este periodo de la vida es muy importante para toda la vida del niño. Es prácticamente el final de sus días formativos, plásticos y moldeables.
Hasta hace poco era esta la edad en la que el niño comenzaba la escolaridad, y suponía una separación brutal y traumática de la familia, y de este modo, desde el principio el niño asociaba el aprender, en el mejor de los casos, con una vaga felicidad. Difícilmente puede ser este un buen comienzo para el trabajo más importante en la vida.
¿No sería mucho mejor para el alumno, el profesor y el mundo entero si, cuando llegara el primer día de colegio, el nuevo alumno ya estuviese enamorado de la alegría por aprender?.
Gran cantidad de niños han disfrutado ya de esta nueva oportunidad. No hay duda de que la influencia de estos niños avanzados en el mundo sólo puede ser para mejor.
El recién nacido es casi la copia exacta de un ordenador vacío, aunque superior a ese ordenador en casi todos los aspectos. Un ordenador vacío es capaz de recibir una gran cantidad de información fácilmente y sin esfuerzo. Un niño pequeño también. Un ordenador es capaz de clasificar y archivar esa información. Un niño pequeño también. Un ordenador es capaz de almacenar esa información de forma temporal o permanente. Un niño pequeño también.
No se puede esperar que un ordenador te dé las respuestas precisas hasta que no le hayas introducido la información necesaria para que responda a esa pregunta. El ordenador no puede hacer eso y un niño pequeño tampoco.
Cuando hayas introducido suficiente información en el ordenador, recibirás de la máquina respuestas correctas e incluso razonamientos. De la misma forma que puedes recibirlas de un niño.
La máquina aceptará toda la información que introduzcas, tanto si es correcta como si no lo es. Un niño pequeño también.
La máquina no rechazará ninguna información que introduzcas de forma correcta. Un niño pequeño tampoco.
Si has introducido información incorrecta en la máquina, las respuestas futuras basadas en este material serán incorrectas. Las de un niño pequeño también. Hasta aquí los paralelismos.
Si introduces información incorrecta en el ordenador, este puede ser vaciado y reprogramado, pero esto no es verdad en un niño. La información básica presente en la memoria permanente del cerebro de un niño tiene dos limitaciones. La primera es que si pones información equivocada en su cerebro durante los primeros ocho años de vida, es extremadamente difícil borrarla. La segunda limitación es que si tiene más de ocho años, absorberá el nuevo material lentamente y con creciente dificultad.
Lo que entre en el cerebro durante los primeros ocho años de vida probablemente se quedará ahí para siempre. Por lo tanto, deberíamos hacer lo imposible para asegurarnos que lo que entra es bueno y correcto.
Es verdaderamente sorprendente que hayamos tardado tantos años en darnos cuenta de que cuanto más temprano aprende un niño a leer, más fácilmente y mejor leerá.
Conocemos la fabulosa habilidad del niño para aprender el lenguaje oral, pues bien, está demostrado que el proceso de comprensión del lenguaje oral y del escrito es exactamente el mismo, por tanto hay que romper los esquemas tradicionales sobre que la lectura es sólo posible a partir de los cinco o seis años