A los niños se los maneja con el asombro: desde una plataforma familiar, al asombro, al descubrimiento de lo otro y de las propias posibilidades que lo otro despierta y alienta.
Sin una plataforma familiar lo nuevo no asombra sino que atemoriza.
Si tomamos como ejemplo a los niños en edad escolar, suelen mostrarse apáticos ante los nuevos conocimientos; no los asombra ni los admira. Esto se debe a que esos 'conocimientos' han sido presentados sin proyección, sin misterio ni incógnita, y el maestro antepone la coerción de la nota a la cohesión de los contenidos lógicamente diagramados.
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