La vida futura del hombre depende de seis funciones que se desarrollan durante los primeros 8 años. Estas las diferentes fases que existen durante ese periodo de modelado en la vida:
El periodo desde el nacimiento hasta un año.
En este período es cierto que nos preocupamos porque esté limpio, calentito y bien alimentado, pero también es verdad que restringimos seriamente su crecimiento neurológico. El bebé debería tener oportunidades casi ilimitadas de movimiento para la exploración física y la experimentación. Nuestra cultura y sociedad actual normalmente se lo niega. Lo que el niño sea de adulto, en términos de habilidad física y neurológica, está determinado con mayor fuerza durante este periodo más que en cualquier otro.
El periodo de uno a cinco años.
Durante este periodo de la vida lo amamos, nos aseguramos que no se lastime, lo colmamos de juguetes y lo llevamos a la guardería y/o al colegio. Y, de forma inconsciente, lo hacemos muy bien para impedir el aprendizaje. Lo que debería suceder durante estos años decisivos es que satisficiéramos su tremenda sed de materia prima de la que él quiere beber de todas las formas posibles, pero especialmente en lo que se refiere al lenguaje, tanto si es hablado, oído, escrito o leído.
Es en este periodo de la vida cuando el niño debería aprender a leer, abriendo así para él la puerta del preciado tesoro de todo lo que el hombre ha escrito a lo largo de la historia, la totalidad del conocimiento humano.
Es durante estos años -que no volverán- de insaciable curiosidad, cuando se estampa el sello intelectual del niño. Aquello que el niño pueda ser, los intereses que tendrá, cuáles serán sus capacidades, quedará determinado en estos años. Aprender durante este periodo de la vida es de obligada necesidad, y si lo impedimos, estamos yendo contra la naturaleza. Es una necesidad para la supervivencia.
La supervivencia en el mundo de las personas depende de la habilidad para comunicarse, y el lenguaje es la herramienta de comunicación.
La necesidad de aprender durante este periodo de la vida es, para el niño, una necesidad vital. ¿No es maravilloso que la sabia Naturaleza haya hecho que al niño le encante aprender?.
Este es, pues, el periodo en la vida en el que el cerebro del niño es una puerta abierta a toda la información sin hacer un esfuerzo consciente de ningún tipo. Este es el periodo de la vida en el que puede aprender a leer de forma sencilla y natural. Se le debería ofrecer la oportunidad de hacerlo.
El periodo de cinco a ocho.
Este periodo de la vida es muy importante para toda la vida del niño. Es prácticamente el final de sus días formativos, plásticos y moldeables.
Hasta hace poco era esta la edad en la que el niño comenzaba la escolaridad, y suponía una separación brutal y traumática de la familia, y de este modo, desde el principio el niño asociaba el aprender, en el mejor de los casos, con una vaga felicidad. Difícilmente puede ser este un buen comienzo para el trabajo más importante en la vida.
¿No sería mucho mejor para el alumno, el profesor y el mundo entero si, cuando llegara el primer día de colegio, el nuevo alumno ya estuviese enamorado de la alegría por aprender?.
Gran cantidad de niños han disfrutado ya de esta nueva oportunidad. No hay duda de que la influencia de estos niños avanzados en el mundo sólo puede ser para mejor.
El recién nacido es casi la copia exacta de un ordenador vacío, aunque superior a ese ordenador en casi todos los aspectos. Un ordenador vacío es capaz de recibir una gran cantidad de información fácilmente y sin esfuerzo. Un niño pequeño también. Un ordenador es capaz de clasificar y archivar esa información. Un niño pequeño también. Un ordenador es capaz de almacenar esa información de forma temporal o permanente. Un niño pequeño también.
No se puede esperar que un ordenador te dé las respuestas precisas hasta que no le hayas introducido la información necesaria para que responda a esa pregunta. El ordenador no puede hacer eso y un niño pequeño tampoco.
Cuando hayas introducido suficiente información en el ordenador, recibirás de la máquina respuestas correctas e incluso razonamientos. De la misma forma que puedes recibirlas de un niño.
La máquina aceptará toda la información que introduzcas, tanto si es correcta como si no lo es. Un niño pequeño también.
La máquina no rechazará ninguna información que introduzcas de forma correcta. Un niño pequeño tampoco.
Si has introducido información incorrecta en la máquina, las respuestas futuras basadas en este material serán incorrectas. Las de un niño pequeño también. Hasta aquí los paralelismos.
Si introduces información incorrecta en el ordenador, este puede ser vaciado y reprogramado, pero esto no es verdad en un niño. La información básica presente en la memoria permanente del cerebro de un niño tiene dos limitaciones. La primera es que si pones información equivocada en su cerebro durante los primeros ocho años de vida, es extremadamente difícil borrarla. La segunda limitación es que si tiene más de ocho años, absorberá el nuevo material lentamente y con creciente dificultad.
Lo que entre en el cerebro durante los primeros ocho años de vida probablemente se quedará ahí para siempre. Por lo tanto, deberíamos hacer lo imposible para asegurarnos que lo que entra es bueno y correcto.
Es verdaderamente sorprendente que hayamos tardado tantos años en darnos cuenta de que cuanto más temprano aprende un niño a leer, más fácilmente y mejor leerá.
Conocemos la fabulosa habilidad del niño para aprender el lenguaje oral, pues bien, está demostrado que el proceso de comprensión del lenguaje oral y del escrito es exactamente el mismo, por tanto hay que romper los esquemas tradicionales sobre que la lectura es sólo posible a partir de los cinco o seis años
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